(texto escrito por Oscar García como presentación del disco "Astronauta" )
San Agustín ya sugirió, en su tiempo, que la música debía guardar profundo respeto a la palabra cantada. Se refería, por supuesto y salvando los envolventes religiosos, al texto intrínsecamente relacionado con la música. Esta suma de información, este cuerpo cargado de sobre significaciones y de sentidos es el género al que con mayor necesidad ha recurrido el humano. Es la canción.
La canción, desde los cantos rituales de los Yakis en medio del desierto caliente de Sonora hasta las experiencias alrededor de la palabra cantada del uruguayo Luis Trochón, sigue siendo el síntoma y la medida del individuo y de la sociedad. La canción escenifica, conjuga, juega, mide y masifica. La canción se deja llevar, a veces se usa (las más), a veces es fuerte y liberadora. A veces se auto define y levanta vuelo en medio de la polvareda, con valentía. Cuando esto ocurre, en la canción musicalmente se llama al riesgo, textualmente al compromiso. Esto último es una actitud envolvente en las canciones de Vadik, en cada una de las que contienen al “Astronauta”. Canciones que más allá de sugerir, nombran. La alegría y las cosas que visten a la alegría. La tristeza, las cosas que visten a las tristezas. Las ciudades, las casas y los olvidos. Los lugares del recuerdo, los sabores. Las músicas tienen, al mismo tiempo y de manera igualitaria, idéntica misión. La melodía danza cuando debe danzar, descansa cuando el texto y la imagen descansan.
En suma, música y texto hechos lenguaje. Unitario, dulce, propositivo, inteligente. Pero sobre todo, emotivo. Profundamente emotivo.
Vadik Barrón escribe, compone y canta, suma en este proyecto a varios músicos, estos se divierten y aportan. Deja cada uno lo suyo y queda luego ese algo registrado en un disco nuevo. Luego cada quien se va a sus quehaceres pero el disco queda. Es para escucharlo, varias veces.
San Agustín ya sugirió, en su tiempo, que la música debía guardar profundo respeto a la palabra cantada. Se refería, por supuesto y salvando los envolventes religiosos, al texto intrínsecamente relacionado con la música. Esta suma de información, este cuerpo cargado de sobre significaciones y de sentidos es el género al que con mayor necesidad ha recurrido el humano. Es la canción.
La canción, desde los cantos rituales de los Yakis en medio del desierto caliente de Sonora hasta las experiencias alrededor de la palabra cantada del uruguayo Luis Trochón, sigue siendo el síntoma y la medida del individuo y de la sociedad. La canción escenifica, conjuga, juega, mide y masifica. La canción se deja llevar, a veces se usa (las más), a veces es fuerte y liberadora. A veces se auto define y levanta vuelo en medio de la polvareda, con valentía. Cuando esto ocurre, en la canción musicalmente se llama al riesgo, textualmente al compromiso. Esto último es una actitud envolvente en las canciones de Vadik, en cada una de las que contienen al “Astronauta”. Canciones que más allá de sugerir, nombran. La alegría y las cosas que visten a la alegría. La tristeza, las cosas que visten a las tristezas. Las ciudades, las casas y los olvidos. Los lugares del recuerdo, los sabores. Las músicas tienen, al mismo tiempo y de manera igualitaria, idéntica misión. La melodía danza cuando debe danzar, descansa cuando el texto y la imagen descansan.
En suma, música y texto hechos lenguaje. Unitario, dulce, propositivo, inteligente. Pero sobre todo, emotivo. Profundamente emotivo.
Vadik Barrón escribe, compone y canta, suma en este proyecto a varios músicos, estos se divierten y aportan. Deja cada uno lo suyo y queda luego ese algo registrado en un disco nuevo. Luego cada quien se va a sus quehaceres pero el disco queda. Es para escucharlo, varias veces.
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