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INGRESO LIBRE

jueves, 26 de julio de 2012

Vadik San Luis Berlin (video casero outdoors)





Esta canción fue escrita con todo respeto y amor como un homenaje a Luis Alberto Spinetta: su vida y música siguen brillando. 

SAN LUIS

Todavía sale el sol / pero no sabe a nada / un mañana. La distancia y el reloj / son socios del desierto /en el cuerpo. / Y a esta tierra ya le falta un ángel. / Anestesia sin dolor / pintura sin misterio: /qué silencio. / Reverbera su color / mientras busco un parlante /como antes. / Fermín, Ana, Beto y Maribel / cantan por él. / Pero hoy no quiero hablar de la penumbra / no hay palabra que la vida no descubra. / Gabinetes espaciales: / llegó la canción del sol a Baires. / Invisible camafeo / padre en años luz te veo / brillar... / Hoy celebro por San Luis / junto al eco eterno / que (b)ves (a) el cielo. / La herida de París / suena a todo mango / a lo ancho y largo / del país.

Letra y música: Vadik
Berlín, 25 / 04 / 2012

miércoles, 23 de mayo de 2012

AUTODISCIPLINA


Tienes que hacer algo, me digo. Algo como qué, me respondo, confianzudo. Algo con tu vida, me insisto. No haces nada en todo el día y no tienes un trabajo decente hace meses. Pero yo soy un artista, me contesto, ¿has oído hablar del ocio creativo? No molestes, habías prometido escribir cinco mil caracteres diarios y nada. Es que me estoy adaptando, me excuso, ni siquiera nos hemos acostumbrado a la bajura. Uso intencionalmente el “hemos” para establecer cierta complicidad que Yo rechazo con categoría, es hora de que empieces a tener algo de autodisciplina.

Autodisciplina, nada menos. A estas alturas. Sin motivo. Intento un recurso: las cosas van a mejorar. No si no haces nada por cambiarlas, me planto imperativo, ¿crees que vas a lograr algo sin hacer nada? Dolido, devuelvo dardos, ¿escribir para qué?, ¿alguien nos lee?, ¿alguien compra mis escritos? Si no los escribes no vas a poder ofrecerlos. ¿Pero para qué escribir si ya nadie lee nada más que twits o esemeses? Debería dedicarme a otra cosa cuando estaba a tiempo, rezongo. Si no sirves para nada más, me denuncio. Sé lo que estoy pensando y me burlo. ¿El fútbol?, nada que ver, como arquero eres una de cal, una de arena y como jugador ni siquiera sabes dar un buen chanfle, todo es chanfle ahora, ¿sabías?, ¿pero, has visto las minas que tienen los futbolistas?, guiño. No me cambies de tema. Empezá a escribir o me rayo.

Ante la conminatoria me quedo sin alternativa. Cinco mil caracteres es un montón, es más o menos una página y media en el Word. Y es cierto que cuando tengo algo que decir hasta se me hacen pocas, pero ahora estoy completamente seco. ¿De qué puedo hablar? Entonces elaboro un pequeño listado de las opciones, recurriendo a lo que buenamente tengo en la cabeza. A ver. La lista se resume en, a grosso modo, un pseudoensayo sobre lo-dura-que-es-la-vida, la relación de una película que me gustó, la descripción anatómica de una chicas que miro pasar por la ventana o un relato de ficción sobre un esquimal que encuentra en uno de los bloques de hielo con los que iba a hacerle un iglú a su hijo mayor un disco de vinilo con música de ópera y entonces se alucina y se vuelve un Carusso del Ártico y triunfa en la tele y gana un Grammy y salva al mundo de la invasión de unos alienígenas que caminan de cabeza cantado un aria en fortísimo y al final se muere en un accidente con una garrafa de gas. No es fácil.

Pero lo tomo con calma, después de todo hacer una lluvia de ideas solito puede ser lo más divertido del mundo, pero no hay quién anote. Entonces me pongo a buscar en el ebay grabadoras baratas con costos de envío cero, lo que me lleva otros cuarenta cinco minutos del día sin que consiga escribir una sola palabra.

Qué tal, pienso, si escribo sobre un disco que me haya impresionado últimamente. Entonces me pongo a buscar mis últimos downloads y me doy cuenta de que por alguna razón guardé el disco en vivo de Ely Guerra en el Metropolitano en la carpeta que dice Omar Rodríguez-López y ahí se me ocurre entrar a Taringa para ver cuántos discos ha grabado Omar Rodríguez-López desde la anterior semana. Cuando termino de bajar los seis discos que Omar Rodríguez-López sacó en los últimos días, tiempo que maticé respondiendo mails y comiendo un sándwich frente a la tele dónde puse ese capítulo de Seinfeld de la tercera temporada donde el George cree que se le mueve cuando un tipo le da un masaje, me entra el sueño y me duermo una siestita.

Despierto babeando profusamente sobre el único sofá que tiene tapiz no lavable y resulta que son las seis de la tarde. Pero parecen las tres, pienso, entonces me acuerdo que en esta parte del mundo, en las vísperas del verano, lo días son larguísimos, lo cual se me antoja una oportunidad de chanchullo que la propia naturaleza me ofrece servicialmente. Pensar en la naturaleza y ver que hace un lindo día me provocan ganas inmediatas de dar un paseíto, entonces me saco mi superpijama y me pongo mi pantaloncito, mi zapatito izquierdo, mi zapatito derecho, mi polerita con el logotipo de una-banda-americana-que-ya-casi-nunca-escucho y veo que, pese al exagerado empleo de diminutivos, todavía me faltan como quinientos caracteres. Salgo a la calle.

El sol irradia su luz tibia atravesando ceñidas arboledas y dibujando contornos difusos en las paredes blancas del barrio, pero a mí lo que me llama mucho la atención es que la gente se tienda en los parques a tomar el sol en bolas. Todo bien cuando son mujeres jóvenes y generosas, pero de otra forma es terrorismo. Me siento en un banco. Tal vez esto de escribir no sea para mí. Y tal vez sea cierto que carezco de autodisciplina, requisito indispensable para recrear el mundo desde las palabras. La Cosa es que interesa más el tema que el estilo, la bulla y la controversia forzada antes que la expresión y eventualmente la realidad -esa noción relativa donde lo trascendente y lo ordinario se abrazan- a veces resulta ser un producto customizado para gente que quiere respuestas por muy tontas u obvias que éstas sean. Y yo no tengo esas respuestas.

Cuatro mil novecientos noventa y ocho, cuatro mil novecientos noventa y nueve, cinco mil. Listo.




Berlín, mayo del dos mil doce.