PRÓXIMAS TOCADAS

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INGRESO LIBRE

lunes, 26 de octubre de 2009

CONCIERTO EN EL PALACIO CHICO

Este jueves 29 de octubre a partir de las 19:00 hrs., presentaré un concierto electroacústico en el Patio de las Culturas (Ministerio de Culturas, Ayacucho esquina Potosí), como parte del ciclo “Noche de Cuerdas” auspiciado por el Ministerio de Culturas.

El concierto incluirá canciones de mis dos álbumes solista, (“Astronauta”, 2007 y “Minimalia”, 2008) al margen de algunas canciones inéditas del próximo, con la consabida ensalada de rock, pop, folk y canción de autor, que muchos de ustedes conocen.

Afortunado a rabiar, estaré acompañado por una banda de músicos caperuzos de la escena local: Iván Guzmán (batería), Marcelo Murillo (percusión y flauta traversa), Celine Appel (teclados), Julio Jaime (bajo) y Gabriel Guzmán (guitarras) además de la participación especial del charanguista de Sobrevigencia (y otras gentes) Ariel Choque.

La entrada es libre. Pasen la voz.

viernes, 23 de octubre de 2009

HOMBRE DEL RENACIMIENTO O EL RENACIMIENTO DEL HOMBRE


(el dibujo es del Marco Tóxico. Este artículo está incluido en el #2 de la revista de arte NINGUNO, que está muy recomendable. Feliz Cumple Charly!)


“Es solo rocanroll, pero ya es mucho para vos”
Charly García



Hay alguna gente para la que la fórmula de la fotografía del antes y después definitivamente no funciona. Con otros, habría que preguntarse antes de qué, y a veces el después podría ponernos ante la presencia de un ente absolutamente irreconocible. Hurgando en los capítulos infantiles de las biografías y patografías de los artistas más famosos el caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde ya no resulta tan extraño. Frecuentemente se dice que los genios son aquellos que no pertenecen a su tiempo histórico y se ensalza su carácter gaviero, visionario. Hace tiempo escribí, en un homenaje a Kurt Cobain, que lo que hace genio a un genio es que no podemos ponernos en su lugar, es decir que la genialidad nos resulta tan fascinante como incomprensible.

De esos pocos quiero ocuparme brevemente hoy -de su intuición y comprensión del mundo, a veces devenida en fatal premonición-, de los que parecen querer irse antes, para evitarse la contemplación del horror, de los que procuran el escándalo para reafirmarse, los encantadores bipolares, suicidas, histéricos, etc., cuadros clínicos y adjetivos que, hechos virtudes, conforman la estampa de un tal Charly García.

En el último año, los medios (sobre todo los argentinos) ligados a la farándula no escatimaron imágenes de la condición física del astro argentino Charly García. Desde el evidente y bochornoso deterioro pseudo-autista que exhibía hace casi nueve meses mientras era levantado en una camilla para su forzosa internación, hasta su sorprendente lozanía -incluso sobrepeso- luego de su recuperación en la quinta de Palito Ortega, en Luján, hace pocos meses. Sin duda un nuevo capítulo en la copiosa biografía del compositor gaucho. Sin duda lo mejor que hizo Palito Ortega en toda su vida.

El vértigo de nuestra época nos priva de maravillarnos ante la descomunal obra, la letra certera (tan lírica como vulgar), el arraigo pop, la capacidad de mimetismo y adaptación, la destreza instrumental, el inteligente manejo del background anglo, la habilidad para mantenerse despierto, lúcido, gracioso, apolítico e irreverente, la “maravillización” (técnica de mezcla y masterización sonora que García reclama como propia), y el periplo personal que ha conseguido realizar el artista argentino en los últimos cuarenta años. Ya sea desde el folk adolescente y existencial de Sui Generis, cuando nadie en estas latitudes sabía quién era Graham Nash o Joni Mitchell; en la encriptada y culta crítica al régimen dictatorial de los últimos años de aquel dúo y en la experimentación sonora de La Máquina de Hacer Pájaros; en el Dream Team que armó con Serú Girán; en los coqueteos pop y la decidida afiliación al new wave de principios de los 80’s, continuada por álbumes solista impecables donde el beat box y el sintetizador destacan; en el telón inasible de “La hija de la lágrima”, que inaugura una nueva era: "Say No More", que nos traería más experimentación, delirio, oscuridad y comportamiento errático acorde a las circunstancias del amanecer de un siglo agitado; o en esta nueva señal de vida y vigencia: el lanzamiento simultáneo y online de “Deberías saber porqué”, el nuevo corte, tan nuevo como clásico, grabado con nueva banda. Asistimos al renacimiento del hombre.

No intento esbozar una teoría, sino discurrir alegremente sobre el tema de la genialidad y su marcada sociedad con lo que llamamos locura. Me ha tocado ver partir a algunos de los que considero más capos: Kurt Cobain, Shannon Hoon, Layne Stayle. También a tipos increíbles que se marcharon de este planeta, desde este país por cierto, sin dejar una puta cinta de cassette o las cenizas de sus poemas enamorados (también he soportado la tragedia de ver a actores y guitarristas transformados en oficinistas o pedagogos. No sé qué es peor). Heredamos la leyenda de la generación del 27, o sea, para mí, aquellos que celebraron (es sólo un decir: sabemos lo tristes que estaban) el número antedicho de cumpleaños antes de entregar el envase: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin u otros excesivos occisos que también se fueron jóvenes, como Brian Jones o John Bonham. A todos ellos, unánimemente, se les atribuyen rasgos de genio y/o de loco. Y ojo que solo nombro rockeros más o menos recientes, que si nos metemos con los poetas, los músicos de jazz, los escritores checos, los pintores bigotudos que se van a Tahití y los pianistas rusos, no acabaremos nunca.

El historiador de arte Arnold Hauser afirmaba: «las obras de arte son provocaciones con las cuales polemizamos», vistas así, su asimilación a un contexto comercial y complaciente, su paso de contestatario a pop, destruiría los valores artísticos de la obra o, como en el caso de Cobain, al artista. La pregunta para los más radicales sería: ¿qué es peor: morir o venderse?

Esa exigencia de provocación no solo se entiende en el contenido de la obra, sino también en su portador, el creador de la misma, que a veces asume la provocación como un estilo de vida. El constant concept Say No More, acuñado en los 90’s parecía ser el habitat natural de las bravatas y berrinches de Charly (algunos lúcidos y entrañables como cuando, consultado acerca de su posible incursión en la política, declaró: “Emperador o nada” y otras espeluznantes como su salto desde un noveno piso a la piscina); pero en algún momento el slogan se convirtió en alter ego, entonces Charly empezó a abofetear periodistas en los aeropuertos o a lanzarle vasos de whisky a Bjork (afortunadamente con pésima puntería).

“La neurosis hace al artista y el arte cura la neurosis”, sentencia Philippe Brenot en Genio y Locura. Sin adentrarnos en el distrito propio del psicoanálisis, podríamos aportar que, el artista, canaliza su neurosis (la que, según Freud, es inherente a la constitución de todo sujeto psicológico) hacia territorios creativos y nosotros, la humanidad, el público, tenemos dos opciones: ignorarlo o divinizarlo (dejo para otro día el arduo tópico de la inspiración).

No todo es color de rosa como bien lo saben Daniel Johnston o Jeff Buckley, ambos gringos, ambos músicos geniales, ambos bipolares, ambos suicidas, con la diferencia de que el último se suicidó (o eso se cree) y el primero hizo un pacto con el Diablo. La “melancolía” aristotélica, idealizada después en la imagen del artista melancólico -por sensible y ensoñado-, dio origen a la noción sublimada del Hombre del Renacimiento. Y cuando uno habla de hombres del renacimiento se refiere invariablemente a Leonardo da Vinci como su paradigma: un hombre dotado de inteligencia y sensibilidad notables, y al mismo tiempo de una capacidad técnica y una disposición al trabajo en las más disímiles disciplinas del entendimiento humano, reconciliando ciencia y arte, saberes a los que la pereza histórica general insiste en confrontar.

En los tiempos que nos han tocado vivir, los aspirantes a artista picoteamos un poquito de todo: cortamos a los indeseables en el photoshop, subimos poemas automáticos a los blogs, twitteamos nimiedades cuando no vulgaridades, manoteamos la guitarra acústica que pedimos en nuestro cumpleaños número 15 cantando una lamentable versión de un lamentable tema de Octavia, hacemos cortometrajes relocos con las cámaras de nuestras mamás, etc.; en fin, todos sabemos hacer de todo. La diferencia con el Hombre del Renacimiento es que el tipo sabe hacerlo todo bien.

La genialidad, esa cualidad indefinible, tiene en Charly García a uno de sus más dignos supervivientes. A mí no me queda más que agradecer la posibilidad de escuchar nuevas canciones suyas por un tiempo. Por suerte aún hay tipos que caen de alto en la torre, se sacuden el polvo y te dicen: “Me tiré por vos”. Tips modernos del fin del mundo, filosofía barata: es solo rocanroll y si no te gusta te podés matar. Tal vez no te interesen las aventuras y desventuras de un drogadicto. Pero deberías saber porqué.

viernes, 16 de octubre de 2009

GRACIAS A LA NEGRA, QUE ME HA DADO TANTO

(ESTA NO ES UNA ELEGÍA)
Lunes 5 de octubre.


(Este artículo fue publicado en el suplemento Puño y Letra de Correo del Sur, Sucre el jueves 8 de octubre)


Listo. Ahora que la entrañable Negra Sosa parece destinada a ser objeto de todo tipo de homenajes y tributos y, como escribí hace un par de años a tiempo de despedir a Syd Barrett, hay que hacer tripa para empezar a despedir a toda una generación de grandes de la música mundial, nos tendremos nomás que desayunar a las modelitos de la tele comentando “lo bien que cantaba esa señora” y no nos quedará otra que enterarnos lo mucho que le gustaban las canciones de Mercedes Sosa a personajes como Casimira Lema o soportar que en la calle nos ofrezcan los “Gandes Exitos”(sic) en producción pirata.

Por suerte, la tele puede apagarse. Y ya puestos en esta triste tarea de decir algo, de rendir homenaje –merecido pero prescindible- o esbozar un panegírico inoportuno –cuando empecé este escrito, el viernes pasado pedía (¿a quién?, si soy ateo) por la salud de la Cantora–, no podemos menos que agradecer el legado de esa voz que era todas las voces todas.

No me sé la biografía, la pueden googlear si gustan, lo que sé es que Mercedes Sosa me ha dejado –desde ese halo matriarcal que se desprendía de su apariencia imponente y a la vez amable, y sus más de 40 discos registrados— una impronta difícil de borrar. La buena noticia es que nuestras obras nos sobreviven, y opto por hacer –a la manera de Nick Hornby- un top 5 (número arbitrario donde los haya) de las cosas que le agradezco a la Negra Sosa:

1. Gracias la Negra conocí a la enorme cantautora chilena Violeta Parra. En aquel disco de 1971, Homenaje a Violeta Parra, que por supuesto llegó a mis manos en la forma de un cassette sanyo truchísmo, regrabado, con las tapas fotocopiadas; donde la poderosa voz de la Negra encendía la chispa de la lírica popular e irreductible de, me aventuro a decirlo, la más grande compositora de esta parte de América.

2. Si no fuera la Negra quizás no sabría quien es Milton Nascimento, ni Djavan (¿se acuerdan de esa versión en vivo de Inconsciente colectivo de Charly García?, ¿y de Sina, que da título –en español– a su álbum de 1993?), compositores fundamentales de la Música Popular Brasileira, infinito y grato banco de datos musical, del cual no puede uno no dejarse salpicar en esta vida, si no empaparse a placer. Parafraseando a Mafalda diríamos: Mirá vos por dónde se viene uno a enterar que existía la MPB.

3. Sin pecar de ingratos con el gran León Gieco, Mercedes Sosa impulsó y potenció –quizá sin tener plena conciencia de ello y a causa de su carácter de incuestionable en la escena de su país- el diálogo entre el rock y el folklore argentinos, o más bien entre los músicos que cultivan ambos géneros. Y hasta salieron algunas cosas lindas como el dúo con Nito Mestre (Escondo mis ojos al sol, 1983), del temón de Gieco La colina de la vida o Dale Alegría a mi Corazón, himno de Fito Paez (artista con quien fundó una feliz colaboración continuada en las últimas dos décadas) popularizado a rabiar en los 90’s y coreado hasta por las barras bravas.

4. El disco doble de dúos, Cantora, editado este año, es sin duda un acierto comercial y un despropósito artístico que nos deja, sin embargo, dos joyas: Deja la vida volar, canción de Víctor Jara, versionada junto a la calidad interpretativa y la extraordinaria voz de Pedro Aznar; y el bellísimo tema de Luis Alberto Spinetta, Barro tal vez. El Flaco se había resistido durante dos décadas a corchearse con doña Sosa, incluso hizo pública su negativa ante una declaración casual en que la Negra dijo que le gustaría hacer un dúo con Spinetta, específicamente con esa canción, lo cual por supuesto a la prensa argentina se le antojó una invitación formal y cortés. Finalmente el Flaco se ablandó y lograron juntos una versión hermosa. Tampoco están nada mal Zona de Promesas con Gustavo Cerati –aunque prefiero la versión de Fabiana Cantilo (Golpes al Vacío, 1995)–, ni la Zamba del cielo con Fito Páez y Liliana Herrero. No hay que olvidar que -después de todo- incluido en su All-stars también están Sabina, Serrat, Drexler y Luis Salinas. Eso sí, cuando lleguen al dúo con Shakira, salten de pista por favor.

5. El eterno chisme general, difundido ampliamente en la segunda mitad de los 90’s, de que la cantante tucumana llegaría a tocar (bueno, a cantar) al Festival de la Cultura de Sucre (anunciaron alegremente también a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés y a Joan Manuel Serrat: mamada), parte de esa manía de soñar en voz alta que tienen las autoridades culturales y la proclividad nacional al rumoreo; y una condición de iluso irremediable, me ponían a hacer la mochilita todos los años y lanzarme a la capital a habitar los alojas repletos de hippies alterandinos, asistir devotamente a cuanto espectáculo ofrecieran, guitarrear hasta altas horas en las plazas y casas ocasionales, patayperrear por Sucre en compañía de desconocidos (donde conocí incluso la oculta Charcas: las negras de la Ciudad Blanca, recintos a los que no sabría cómo regresar), tocar Savia Nueva y una lamentable versión de Guantanamera (repitiendo la misma estrofa mil veces) en el comedor popular del mercado a mediodía para, a continuación, pasar la gorra a los comensales y, finalmente, poder ver realizado el sueño de ver en vivo a gente a la que admiro mucho (léase Charly García, Spinetta, León Gieco y alguno más).

No puedo decir mucho más, afortunadamente la Negra no se ha ido tan lejos: está a un play de distancia. La doña vino a este mundo a ofrecer su corazón, lo que me queda es devolverle la gratitud y memoria que tanta falta nos hacen.

martes, 13 de octubre de 2009

DESCARGATE iPoem GRATIS



"quien quiera oir que oiga"
Litto Nebbia



No se trata de regalar sino de compartir. Ni tampoco de ingratitud sino de independencia.


Este libro fue publicado en agosto del año pasado por la editorial alternativa Yerbamala Cartonera y reeditado artesanalmente un par de veces según la demanda y la eventualidad de festivales a las que la editorial o yo asistiera.


Lamentablemente no pudo estar disponible físicamente los últimos meses después de la Feria del Libro, así que ahora, lo pongo a disposición de quien quiera leerlo.


Bienvenidos poetas, mangueros, downloaders viciosos, fans del copyleft, coleccionistas cartoneros y curiosos particulares. La Organización Mundial de la Salud está de acuerdo conmigo en que leer poesía no hace ningún daño.


Para descargar, haz click aquí nomás.