1. Compre usted una camisa blanca.
2. Pida una de carne y una de pollo.
3. Tome cuidadosamente una salteña, no apriete usted demasia…
4. Mire nada más lo que hizo.
5. Ahora tome la otra, esa ya no tiene remedio.
6. Tómela cuidadosamente, sin apretar demasiado y agítela suavemente de arriba a abajo. Repita esta operación 6 veces.
7. Muerda usted el extremo superior. Deberá ser una mordida precisa, cuidando de conservar una línea horizontal para impedir la salida del caldo.
8. En el futuro, esperamos, se expenderán salteñas que digan: “muerda por la línea punteada”. Mientras eso sucede, haga el favor de aplicar mordiscos precisos. Recuerde: la primera mordida es la más importante.
9. Sienta como una gota de caldo le corre por el dorso de la mano hasta el codo, pende milagrosamente durante dos segundos para alojarse en su camisa, que acusará de aquí en más una mancha rojiza, de extensión variable, a la altura del codo.
10. Sorba el caldo que urge en la parte superior de la salteña. Sorba ruidosamente como un condenado sin darle importancia a la mirada de esa señorita que ya no lo verá nunca más con los mismos ojos.
11. Ahora que el caldo ha reducido su nivel, puede usted intentar otro mordisco.
12. Salude al amigo que acaba de pasar, y mientras lo hace derrame otro poco de caldo sobre el saco que tenía usted doblado sobre el otro brazo. Quede como un imbécil.
13. Sonría a la señorita que ya no lo verá nunca más con los mismos ojos, con un perejil entre los incisivos. No olvide usted jamás la mirada de la señorita.
14. Repare en que ya es hora de volver a la oficina y reconozca a su jefe en el individuo que lo mira a usted enfadado, desde la puerta del edificio donde usted trabaja.
15. Intente apresurarse en terminar la salteña, dedicándole bocados desprolijos e indignos, separe los pies, formando con los pies un triángulo irregular, para evitar mancharse los zapatos con el caldo que continúa derramándose sin remedio.
16. Esta usted hecho un asco.
17. Vuelva usted a su oficina. ¡Rápido!
18. Pero, si será usted burro: pague las salteñas, sinvergüenza!
19. Acate con la cabeza gacha los insultos de la señora que expende salteñas al observar el corte del billete con que usted pagó. Tenga monedas la próxima vez.
20. Intente limpiar sus dedos pegajosos con la mitad de servilleta de papel que le dio a usted la señora expendedora de salteñas de mala gana. Véase forzado a usar para concluir esta odiosa tarea, el fino pañuelo que le regaló su padre la navidad pasada.
21. Ignore las miradas del portero, la secretaria y sus compañeros de oficina cuando llegue usted al trabajo hecho un adefesio.
22. Sonría a su jefe con el consabido perejil entre los dientes.
23. Recuerde: usted no me conoce, usted y yo no hemos hablado nunca.
24. Puede proseguir con su miserable vida. No volveré a importunarlo.
7 comentarios:
De antología!!!
Digno de difundirse, vendría muy bien adjunto al menú.
Saludos Vadik !
jajajaja, jajajajajajajajaja, sin palabras, jajajajajaj cuando termine de reir posteo jajajajajajajajajajajajajaj
q lujo, me encantó; me hubiera servido el otro día, jajajajaja, mejor lo imprimo. Sergio
q lujo, me encantó; me hubiera servido el otro día, jajajajaja, mejor lo imprimo. Sergio
fantástico
casi que cronopios y famas
Pibe, te pasaste: Está genial! Te felicito.
Saludos che.
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