uno se sienta y escribe, por placer, por necesidad, por que sospecha que los secretos del universo se le develan a uno en los espacios entrelíneas, en los acordes fortuitos, en los silencios apacibles. el resto son almohadas, besos, brindis, meriendas, zapatillas, alfombras, salarios, astronautas, ekekos, boletos, relojes y anteojos oscurecidos: canción de los días de la vida.
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