Este escrito solía formar parte de un relato que eventualmente no concluí, y desempolvé hace poquito por culpa del comentario del Sergrito:
Play. Nos dicen con frecuencia que uno no debe odiarse a sí mismo. Me permito discrepar. Es más, el odio que siento por mí, es lo que va a hacer de mí una persona mejor. Al menos eso creo. A ver. Rewind. Empecemos por decir que la autoestima tiene mucho de amor propio. Y mucho de autocompasión. El amor propio trae consigo al egoísmo. Y la autocompasión le abre la puerta al masoquismo. Y el círculo empieza de nuevo. En cambio, el odio, implica transformación. Si uno parte del mismo principio que rige en su relación con los demás para relacionarse consigo mismo, arribará a la conclusión de que, si uno odia a alguien, sólo quedan dos salidas. La indiferencia o la destrucción. Olvidas o matas. El odio no puede llevar a nada más. No construye, ni deja de hervir en nuestras vísceras. No nos engañemos, uno no deja de odiar. Simplemente acaba con el ser odiado, o lo saca de su sistema para que no joda. Así que, si uno se odia a sí mismo, solo quedan dos caminos: a) se pasa por alto y sigue con su vida sin que nada importe demasiado y trata de mantenerse ocupado para no darle vueltas a las hélices de la cabeza, o b) se mata. Esta segunda opción admite dos comprensiones. Una. La muerte lisa y llana, el suicidio vulgar y corriente, adolescente, impulsivo, que incluye sangre en las paredes, tripas en el suelo y labios violáceos, sin mencionar la tragedia, el chismorreo, la sospecha, el escándalo, la vergüenza póstumos. Dos. La muerte simbólica. La transformación, la metamorfosis, la evolución, el crecimiento, la madurez, el borrón y cuenta nueva: el renacimiento. Esta última opción es la que he decidido llevar a cabo. Empezar de nuevo. Renacer, compadres.
Play. Nos dicen con frecuencia que uno no debe odiarse a sí mismo. Me permito discrepar. Es más, el odio que siento por mí, es lo que va a hacer de mí una persona mejor. Al menos eso creo. A ver. Rewind. Empecemos por decir que la autoestima tiene mucho de amor propio. Y mucho de autocompasión. El amor propio trae consigo al egoísmo. Y la autocompasión le abre la puerta al masoquismo. Y el círculo empieza de nuevo. En cambio, el odio, implica transformación. Si uno parte del mismo principio que rige en su relación con los demás para relacionarse consigo mismo, arribará a la conclusión de que, si uno odia a alguien, sólo quedan dos salidas. La indiferencia o la destrucción. Olvidas o matas. El odio no puede llevar a nada más. No construye, ni deja de hervir en nuestras vísceras. No nos engañemos, uno no deja de odiar. Simplemente acaba con el ser odiado, o lo saca de su sistema para que no joda. Así que, si uno se odia a sí mismo, solo quedan dos caminos: a) se pasa por alto y sigue con su vida sin que nada importe demasiado y trata de mantenerse ocupado para no darle vueltas a las hélices de la cabeza, o b) se mata. Esta segunda opción admite dos comprensiones. Una. La muerte lisa y llana, el suicidio vulgar y corriente, adolescente, impulsivo, que incluye sangre en las paredes, tripas en el suelo y labios violáceos, sin mencionar la tragedia, el chismorreo, la sospecha, el escándalo, la vergüenza póstumos. Dos. La muerte simbólica. La transformación, la metamorfosis, la evolución, el crecimiento, la madurez, el borrón y cuenta nueva: el renacimiento. Esta última opción es la que he decidido llevar a cabo. Empezar de nuevo. Renacer, compadres.
Sé que esta no es la manera correcta de empezar una autobiografía... bla, bla, bla, continuará.
5 comentarios:
Genial, Vadik. Sencillamente genial.
Con ese retrato tuyo, me acuerdo de Rimbaud, quien bastante más joven que vos, optó por esa muerte simbólica, porque el odio no lo dejaba vivir tranquilo. Busqué para vos un fragmentito de una biografía:
"Rimbaud odiaba ya el mundo edificado por el hombre y la pretendida civilización en la que estamos obligado a vivir. Veía aparecer por todas partes los mismos horrores, fuera cual fuese el lugar a donde se trasladara."
Ahora bien, por el otro lado, digo la opción 1 de muerte. Este niño eterno, tuvo como principal influencia (de su boca, y mirá vos que no fue Verlaine) a Baudelaire, que buehh , su conflicto con el odio era más complejo y simple a la vez... este optó por la muerte 1, aunque no con su propia mano, claro, da igual...
en fin, ya me chipé...jajaj
Bien, a dónde iba? sí, a lo que escribiste hace un tiempo sobre la muerte, "no hay nada después de la muerte". No querido, ya vez vos que para vivir a veces hay que morir, y que se muere muchas veces en la vida. Yo misma ahora quiero morir, así que ahí ves como dice el personaje principal de una peli de Subiela, "no te mueras sin decirme a dónde vas" porque este fin de semana tenemos cosas que hacer, y algún rato tendremos que encontrarnos... podríamos también matizar la charla con Arthur y Charles, estos dos genios del ODIO y la MUERTE que tanto me apasionan.
Me gustó mucho este post, hasta me puso contenta (ojo que la contentura no es circunstancial como la alegría) Un abrazote che...
vero, no sé si lo puese por ahi pero este escrito es de hace un tiempo (2005), y no es necesariamente autobiográfico. aunque escribo más cómodo rela tando en priemra persona de todas formas... buen... la cosa es que esa reflexion me sirvio para seguir haciendo lo q hago, musica y escribir casi compulsivamente. y si, me siento de alguna manera fuera de este mundo "que gozo y no entiendo": un astronauta.
jajaj,cierto... nimporta, bueh.. igual va el homenaje.
si uno odia algo, y descubre que tiene eso que odia, puede odiarse a uno mismo, o cambiar... cierto el odio nos mueve, no lo había pensado!, quizá hasta haya modificado algunas cosas en mí por odio proyectado, bueno post, comapdre, me gustó!!!
soy un ingrato: si un escrito mio ha invocado al gran rimbaud enhorabuena! gracias por el post, un abrazo.
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