Están los adioses largos entre novios de años que incluyen encuentros sexuales casuales. Y aquellos adioses tiernos adolescentes de “colgá tú primero”. Los “bais” importados, los “chaus” cortos y los “hasta lueguito” de los mensajeros y servidores públicos apocados. Están los besos en las mejillas. En algunas partes del país dos y hasta tres, una joda. Y los besos fortuitos en la boca de una desconocida, cuando los dos van para el mismo lado y terminan dándose un pico, a veces incómodo, a veces deliciosamente pícaro. Los “chau-chau” por teléfono y los “hablamos”.
Un “listo” es agradecido en las relaciones laborales. Los besos sonoros que a veces no tocan la piel, solo chasquean los labios en al aire escandalosamente. Estos son los preferidos por las señoras y señoritas que gustan de llamar la atención: besos con mucho maquillaje. Está el “nos vemos”, que es una promesa que no siempre se puede cumplir. También existen el “Hasta pronto” y el reglamentario “Adiós”, que solo se usa en los doblajes de películas. Y el formal “Hasta luego”. “Hasta la vista baby” es de una anglofilia bastarda proverbial. También decimos “Te cuidas”, generalmente a la gente cuya salud no nos importa demasiado. Muchas veces se puede finalizar una transacción o una entrevista simplemente con la palabra “Ya”.
Hay un combo de hola y chau, que consiste en un solo apretón largo de manos a la pasada entre chicos mientras se dice: "¿todo bien?" Entre miembros del sexo opuesto se saludará con los deditos así, mirándose a los ojos. Con las chicas que uno no conoce bien es bueno agitar la mano y sonreír como sonso. Un “te llamo” puede ahorrarte preciosos minutos de tu tiempo o ayudarte a deshacerte de un personaje odioso o inoportuno. Los revolucionarios gustan de cantar “Hasta Siempre”. Hay el “Hasta nunca” que se dice uno a uno mismo, pensando en “ese(a) desgraciado(a) que se metió con tu mejor amigo(a)”.
Hay un adiós del que nadie tiene noticia: el último suspiro. Adioses joviales de los amigos todavía ebrios, adioses desgarrados del que parte a la cárcel, al exilio o a la clandestinidad, adioses de la incertidumbre, adioses entusiastas de los viajeros, adioses siempre inquietos de las madres, adioses que se adivinan en la mitad de la cama vacía o en una notita de papel perfumado. Adiós que tenemos escrito en la primera piel y el primer grito de un hospital, adiós que va con nosotros toda la vida y se escribe en letras grandes en los ataúdes, pero no avisa cómo, cuándo y lo peor porqué.
Moraleja: El problema no es como lo digas. El problema es que la gente siempre se va.
Un “listo” es agradecido en las relaciones laborales. Los besos sonoros que a veces no tocan la piel, solo chasquean los labios en al aire escandalosamente. Estos son los preferidos por las señoras y señoritas que gustan de llamar la atención: besos con mucho maquillaje. Está el “nos vemos”, que es una promesa que no siempre se puede cumplir. También existen el “Hasta pronto” y el reglamentario “Adiós”, que solo se usa en los doblajes de películas. Y el formal “Hasta luego”. “Hasta la vista baby” es de una anglofilia bastarda proverbial. También decimos “Te cuidas”, generalmente a la gente cuya salud no nos importa demasiado. Muchas veces se puede finalizar una transacción o una entrevista simplemente con la palabra “Ya”.
Hay un combo de hola y chau, que consiste en un solo apretón largo de manos a la pasada entre chicos mientras se dice: "¿todo bien?" Entre miembros del sexo opuesto se saludará con los deditos así, mirándose a los ojos. Con las chicas que uno no conoce bien es bueno agitar la mano y sonreír como sonso. Un “te llamo” puede ahorrarte preciosos minutos de tu tiempo o ayudarte a deshacerte de un personaje odioso o inoportuno. Los revolucionarios gustan de cantar “Hasta Siempre”. Hay el “Hasta nunca” que se dice uno a uno mismo, pensando en “ese(a) desgraciado(a) que se metió con tu mejor amigo(a)”.
Hay un adiós del que nadie tiene noticia: el último suspiro. Adioses joviales de los amigos todavía ebrios, adioses desgarrados del que parte a la cárcel, al exilio o a la clandestinidad, adioses de la incertidumbre, adioses entusiastas de los viajeros, adioses siempre inquietos de las madres, adioses que se adivinan en la mitad de la cama vacía o en una notita de papel perfumado. Adiós que tenemos escrito en la primera piel y el primer grito de un hospital, adiós que va con nosotros toda la vida y se escribe en letras grandes en los ataúdes, pero no avisa cómo, cuándo y lo peor porqué.
Moraleja: El problema no es como lo digas. El problema es que la gente siempre se va.
2 comentarios:
Antes de cortarme las venas por todos los adioses que no quise decir y el destino se encargó de comprobar, te dejo la línea final de un poema de Sabina (sin ánimo de comparar ni mucho menos, simplemente tu post me llevó a otros rumbos y terminé pensando en Sabina y el dolor del adiós y las veces que no quise despedirme o las que quise poner a cierta gente en su lugar: aquí cerquita de mi, pero no pude mas que esbozar una sonrisa y aceptar que me mande un beso desde la esquina)
"...Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos"
(Puntos suspensivos, Joaquin Sabina, Ciento volando de Catorce)
Hace tiempo que no vengo, más bien que no has escrito mucho... así no me toma mucho tiempo ponerme al día con tus textos. Éste en particular me gustó bastante, muy fresco, simple y entrañable... Me recordó a un adiós bien raro que tienen los catalanes "fins ara", que dicho sea de paso es el título de un texto mío, que está en la sección de "Fábulas y cuentos" de mi blog(aconsejable, creo)... y de esa voz africana, que ya es tan de Vinicius de Moraes: "Saravá".. En fin, muy bueno tu texto.. che.. me movió... y eso ya se agradece. Un abrazo, astronauta.
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