PRÓXIMAS TOCADAS

PRÓXIMAS TOCADAS
INGRESO LIBRE

sábado, 25 de agosto de 2007

3 cuentos

Fuenteovejuna

El anciano Ponce de León sobrevive a la disentería, a las picaduras de insectos que le producen llagas y pústulas, a la infección de las heridas expuestas. Bebe sus propios orines y mastica hojas y bayas para aplacar el hambre atroz. Casi no duerme y las ropas húmedas se le han adeherido al cuerpo. El famélico conquistador emite un fétido aroma, ha perdido a todos sus hombres, y el peso muerto de su herrumbrosa armadura le impide caminar. Finalmente, en un claro de la jungla, divisa la joya buscada: Fuenteovejuna.
El anciano y sufrido Ponce de León se abalanza a la fuente con los ojos desorbitados, los dientes podridos en una mueca que algún día fue una sonrisa y las manos alzadas en actitud piadosa. Hasta aquí podemos dar noticia. Al parecer el conquistador había logrado descifrar la exacta ubicación y las propiedades milagrosas de la Fuente, mas no así su profundidad. La crónica de la época refiere que Ponce de León murió ahogado en la Fuente de la Juventud.

La Paz, julio 2007


Cumpleaños

Miranda infla los globos de sus cachetes y apaga con fruición las velitas. Miranda, rechoncho, deja tras de sí un séquito de pedos en forma de margaritas y jirafas. Y corre contento, Miranda, mirando ora al Sur, girando como peonza, Miranda, brinca feliz y saluda a todos los presentes. Baila Miranda el baile que bailaron sus antepasados, ríe hasta la lágrima, y olvida Miranda, olvida a aquellos que dicen que el destino es una sábana blanca enorme que tarde o temprano te cubre, olvida el sino de los suyos, y ejecuta su danza complacido, divirtiendo incluso a algunos de los comensales, que hacen ritmo tamborileando con los deditos sobre la mesa, un, dos, un, dos. Miranda agradece al público, su público, con sonrisa cabaretera. Pero el show debe continuar, y la concurrencia no cuenta a la paciencia entre sus virtudes -tenemos que comprender: hay personas bastante mayores en la sala-, y al grito de “maten a ese chancho de una vez” se abalanzan cuchillo en mano sobre Miranda y le desgarran las carnes por todos partes y Miranda sonríe una última vez, recordando, y tías y comadres, esposas e hijas se apresuran a llevarse el cuerpo de Miranda a la cocina para empezar a preparar la cena de cumpleaños para el Papá Lucho.

La Paz, marzo 2001


Bienaventurados los cursis

Beatriz Luque, mexicana de verdad, Bea para los cuates de Cerro y la Fajardo, beauty para los ingleses colorados que visitan la Marina Hemingway, sale corriendo de la agencia de viajes de 23 para encontrar su final de tango a la luz tísica de los lejanos faros del Morro, estrellas inertes desde aquí (noche, mar y polen nos separan de esos ojos ancianos de piratas y mazmorras). Que no nos engañe la falda ajustada al pubis, el lazo reglamentario al cuello que transpira de 9 a 7 de tanto jelou ken ai jelp iu, ni la mirada de jade y glacial que estudia los movimientos de las máquinas que surcan la avenida salpicando piropos habaneros y oyemamis; esta novia ha vivido lo bastante para saber que si no llega a tiempo, no habrá un después para decir te quiero, lo siento o como se diga en este tipo de películas baratas que los editores han dado en llamar relaciones de pareja, pero que no son más que caldo de cultivo de nuevos llantos y remordimientos y sesiones eternas con amigas cursantes del último año de psicología o –en el mejor de los casos– serviciales barmans. Allí va Beatriz desanudando el lazo reglamentario de la agencia de turismo que la trajo aquí para ser parte de la nueva imagen de la Revolución abierta a los gringos y a sus dólares, aquí llegó, harán tres años, nada más que para encontrarse cara a cara con Yuliet, santiaguera de verdad, quien iba a echar abajo todo lo que sabía hasta entonces sobre amar y ser amada y tenderse de cara al techo cogiendo una mano morena que sabe susurrar en yoruba. Aquí llega Beatriz con la chaqueta verde en la mano, preguntándose porqué la puerta abierta, la radio encendida, porqué no pedir permiso a Carmita y decir que ha surgido una emergencia en casa, Horita vengo, Que tú dices? Ya vengo Carmita, porqué tirarse un turista, nada menos que compatriota, mexicano de verdad, después de tantos años de rabiosa obstinación por la chicas -sobre todo morenas-, porqué Yuliet no ha dejado siquiera una notita pegada a la puerta; porqué martillea en la cabeza con Orlando Vallejos cantando al fondo en ésta madrugada en Cerro. Y el sol que atisba detrás del Muro, encuentra en el suelo mojado, promiscuo de pasos y desperdicios de apartamentito, el corazón muerto de Beatriz Luque, mexicana de verdad.

La Habana, octubre 1998

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