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INGRESO LIBRE

viernes, 16 de octubre de 2009

GRACIAS A LA NEGRA, QUE ME HA DADO TANTO

(ESTA NO ES UNA ELEGÍA)
Lunes 5 de octubre.


(Este artículo fue publicado en el suplemento Puño y Letra de Correo del Sur, Sucre el jueves 8 de octubre)


Listo. Ahora que la entrañable Negra Sosa parece destinada a ser objeto de todo tipo de homenajes y tributos y, como escribí hace un par de años a tiempo de despedir a Syd Barrett, hay que hacer tripa para empezar a despedir a toda una generación de grandes de la música mundial, nos tendremos nomás que desayunar a las modelitos de la tele comentando “lo bien que cantaba esa señora” y no nos quedará otra que enterarnos lo mucho que le gustaban las canciones de Mercedes Sosa a personajes como Casimira Lema o soportar que en la calle nos ofrezcan los “Gandes Exitos”(sic) en producción pirata.

Por suerte, la tele puede apagarse. Y ya puestos en esta triste tarea de decir algo, de rendir homenaje –merecido pero prescindible- o esbozar un panegírico inoportuno –cuando empecé este escrito, el viernes pasado pedía (¿a quién?, si soy ateo) por la salud de la Cantora–, no podemos menos que agradecer el legado de esa voz que era todas las voces todas.

No me sé la biografía, la pueden googlear si gustan, lo que sé es que Mercedes Sosa me ha dejado –desde ese halo matriarcal que se desprendía de su apariencia imponente y a la vez amable, y sus más de 40 discos registrados— una impronta difícil de borrar. La buena noticia es que nuestras obras nos sobreviven, y opto por hacer –a la manera de Nick Hornby- un top 5 (número arbitrario donde los haya) de las cosas que le agradezco a la Negra Sosa:

1. Gracias la Negra conocí a la enorme cantautora chilena Violeta Parra. En aquel disco de 1971, Homenaje a Violeta Parra, que por supuesto llegó a mis manos en la forma de un cassette sanyo truchísmo, regrabado, con las tapas fotocopiadas; donde la poderosa voz de la Negra encendía la chispa de la lírica popular e irreductible de, me aventuro a decirlo, la más grande compositora de esta parte de América.

2. Si no fuera la Negra quizás no sabría quien es Milton Nascimento, ni Djavan (¿se acuerdan de esa versión en vivo de Inconsciente colectivo de Charly García?, ¿y de Sina, que da título –en español– a su álbum de 1993?), compositores fundamentales de la Música Popular Brasileira, infinito y grato banco de datos musical, del cual no puede uno no dejarse salpicar en esta vida, si no empaparse a placer. Parafraseando a Mafalda diríamos: Mirá vos por dónde se viene uno a enterar que existía la MPB.

3. Sin pecar de ingratos con el gran León Gieco, Mercedes Sosa impulsó y potenció –quizá sin tener plena conciencia de ello y a causa de su carácter de incuestionable en la escena de su país- el diálogo entre el rock y el folklore argentinos, o más bien entre los músicos que cultivan ambos géneros. Y hasta salieron algunas cosas lindas como el dúo con Nito Mestre (Escondo mis ojos al sol, 1983), del temón de Gieco La colina de la vida o Dale Alegría a mi Corazón, himno de Fito Paez (artista con quien fundó una feliz colaboración continuada en las últimas dos décadas) popularizado a rabiar en los 90’s y coreado hasta por las barras bravas.

4. El disco doble de dúos, Cantora, editado este año, es sin duda un acierto comercial y un despropósito artístico que nos deja, sin embargo, dos joyas: Deja la vida volar, canción de Víctor Jara, versionada junto a la calidad interpretativa y la extraordinaria voz de Pedro Aznar; y el bellísimo tema de Luis Alberto Spinetta, Barro tal vez. El Flaco se había resistido durante dos décadas a corchearse con doña Sosa, incluso hizo pública su negativa ante una declaración casual en que la Negra dijo que le gustaría hacer un dúo con Spinetta, específicamente con esa canción, lo cual por supuesto a la prensa argentina se le antojó una invitación formal y cortés. Finalmente el Flaco se ablandó y lograron juntos una versión hermosa. Tampoco están nada mal Zona de Promesas con Gustavo Cerati –aunque prefiero la versión de Fabiana Cantilo (Golpes al Vacío, 1995)–, ni la Zamba del cielo con Fito Páez y Liliana Herrero. No hay que olvidar que -después de todo- incluido en su All-stars también están Sabina, Serrat, Drexler y Luis Salinas. Eso sí, cuando lleguen al dúo con Shakira, salten de pista por favor.

5. El eterno chisme general, difundido ampliamente en la segunda mitad de los 90’s, de que la cantante tucumana llegaría a tocar (bueno, a cantar) al Festival de la Cultura de Sucre (anunciaron alegremente también a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés y a Joan Manuel Serrat: mamada), parte de esa manía de soñar en voz alta que tienen las autoridades culturales y la proclividad nacional al rumoreo; y una condición de iluso irremediable, me ponían a hacer la mochilita todos los años y lanzarme a la capital a habitar los alojas repletos de hippies alterandinos, asistir devotamente a cuanto espectáculo ofrecieran, guitarrear hasta altas horas en las plazas y casas ocasionales, patayperrear por Sucre en compañía de desconocidos (donde conocí incluso la oculta Charcas: las negras de la Ciudad Blanca, recintos a los que no sabría cómo regresar), tocar Savia Nueva y una lamentable versión de Guantanamera (repitiendo la misma estrofa mil veces) en el comedor popular del mercado a mediodía para, a continuación, pasar la gorra a los comensales y, finalmente, poder ver realizado el sueño de ver en vivo a gente a la que admiro mucho (léase Charly García, Spinetta, León Gieco y alguno más).

No puedo decir mucho más, afortunadamente la Negra no se ha ido tan lejos: está a un play de distancia. La doña vino a este mundo a ofrecer su corazón, lo que me queda es devolverle la gratitud y memoria que tanta falta nos hacen.

1 comentario:

La Vero Vero dijo...

Notable texto, compadre: notable.

Salud! y play.