Aquí me pongo a contar
al compás de mi violita
una experiencia exquisita
ví a Radiohead en vivo,
les sobraban los motivos
para hacernos la visita.
De un Martín Fierro trucho y apócrifo
al compás de mi violita
una experiencia exquisita
ví a Radiohead en vivo,
les sobraban los motivos
para hacernos la visita.
De un Martín Fierro trucho y apócrifo
"Algo ha cambiado, para mí no es extraño"
Todd Rungren by Charly García
[Un pequeño escrito, a manera de crónica de mi viajecito a la Ciudad de la Furia, donde nadie sabe de mi, etc., ]
Oruro: Tren Al Sur (viernes, 20 de marzo)
Casi no duermo de la ansiedad. El tren promete y cumple comodidades y horarios, cosa extraña en estos lares. A la primera hora de recorrido ya hay un mozo en el pasillo ofreciendo pollo al horno, no sé si para alejarnos del coche comedor o únicamente para dejar el vagón hediendo a pollo, pero lo cierto es que le va muy bien. El crepúsculo oruco es sencillamente magnífico: las nubes fantasmas del altiplano, borroneadas contra un lienzo penumbroso de eternos relámpagos. El tren flotando sobre el lago muriente, las pariwanas como racimos de rosas u orquídeas movidas por un ventilador invisible. Que los gringos se bajen en Uyuni nomás, yo me duermo.
De cuando cuatro amigos avistan la industriosa ciudad de Santa María del Buen Ayre
Vimos cuatro veces las cuatro películas que contenía el veintiúnico dvd pirata que teníamos a bordo en el bus desde La Quiaca a Buenos Aire, a saber: 1)“El Transportador 3”, con Jason Statham, más conocido como El Pelado y una ucraniana churra. 2) “Saw 2”, con surtido abundante de gritos y menudencia expuesta, 3) “Viernes 13”, en una versión que condensa toooooodas las pelis del amigable Jason, donde el sexo pre-marital en el bosque es castigado con la decapitación oportuna, y 4) "La Pantera Rosa", con el burro de Steve Martin y el capo de Jean Reno juntos en un film que brilla por su estupidez.
Nos perdemos a don Peter Gabriel en Vélez por cuestión de horas. No importa. Llegamos al Hotel: un modesto establecimiento con techo, paredes y camas. Suficiente. Qué calorcito che.
El primer día (lunes 23, día del mar para los nostálgicos) solo pensamos en el motivo que nos trajo acá, el concierto del día siguiente: Radiohead en Club Ciudad de Buenos Aires. Tengo que aprender que no hace falta ganarse una tortícolis por mirar a las chicas lindas: están por todos lados. Un deleite visual esta ciudad. Hacemos hora y un poquito de shopping culturoso. Como siempre voy directo a las liquidaciones de libros y discos, y una vez más me va bien: consigo “Ciento volando de catorce” de Sabina y “Vagabundo” de Robi Draco Rosa (que nunca había tenido en original) muy baratos. Pero la espera crece ¿Qué vamos a hacer? ¿Tendremos que dormir en la fila para ver de cerca el concierto? No se sabe. Será una noche apta para la incertidumbre y una aventura personal que permanecerá ausente de esta crónica
Lucky (martes, 24 de marzo)
Me hermano se queda con el sleeping a dormir en la cola para estar cerquita de los de Oxford, y me gana en su propia versión del juego “yo soy más fan de reidiojed que vos”, que viene jugando desde que empezamos el viaje. El resto, llegamos a las 8 de la mañana, agradecemos el gesto (que no sacrificio) a la puerta del Club Ciudad Buenos Aires. Este club sí que es oligarca. Puta que es graaaaaande. En la fila, mi hermano ha hecho buenas migas con fans de Radiohead: chicos tranquis, sensibles, sencillos, que-no-les-importa-el-que-dirán, etc. No son una tribu urbana. Son una tribu humana y compartimos revistas, charla relajada, refresquitos y canapés. Todos visten poleras que envidio. Hay un venezolano reggaetonero horrible que no se calla la boca. [Escena imaginada: los fans de Radiohead denunciamos al intruso: “Karma Police, arrest this man”. La Karma Police procede a llevárselo. “This is what you get for mess with us!”, le gritamos, mientras manos invisibles lo arrastran fuera del predio…].
Aquí no hay caso de hacerle el quite al consumismo: lo único pa’ comer en casi medio kilómetro a la redonda proviene de un odioso McDonald. Ni modo (“Dollars & Cents”). Pagamos un riñón por un capuccino y aprovechamos de hacer una pequeña excursión por este barrio cheto (léase jailón: ¿por eso les dicen millonarios a los de River?, le pregunto a uno. No me responde, no le interesa el fútbol y tatarea 2+2=5). Como es un “club”, hay muchos tenistas desubicados que no saben que hoy toca la mejor banda del mundo mundial. Los compadecemos sinceramente desde nuestra pobreza material.
En la fila hay un peruano que viajó cuatro días, durmió en la fila sentado y se acaba de abrir los pantalones para respirar mejor, hay porteños introvertidos (!), unas jovencitas chilenas, un pelado que durmió dos noches ahí en la puerta y un gordito italiano con una polera (acá se dice remera, ojo) de Ron Damón, buenísima. Las hordas empiezan a llegar recién promediando el mediodía. Acá es feriado porque el 24 de marzo, desde el 2006, se recuerda (que no celebra) el aniversario del golpe militar de Videla. Un poco de conciencia histórica nunca bien mal, muchachos. Al mediodía descubrimos la enorme ventaja de tener tías bolivianas en Buenos Aires. Aparece una de ellas con sándwiches de jamón y queso para nuestra pequeña delegación. El amigo peruano saliva. Pero solo tenemos ocho sandwiches. Ni modo. (Más tarde comprenderemos las bondades de no comer ají de fideo antes de un show masivo, y el peruano tendrá su revancha corriendo como un bellaco y ocupando un lugar en primerísima fila.)
A las cuatro de la tarde los señores fisicudos de Prevención (léase Seguridad) amagan con abrir las puertas, y nos dan palabras de ánimo: “Los primeros en entrar, son los primeros en desmayarse, eh?” Compro mi primer y único souvenir: una polerita con el arte del Kid A. Conmoción. Dos filas: Chicos, chicas. Se abren las puertas, breve cacheo reglamentario y a correr como en “Escape de Sobibor”. Corre, Forrest, Corre. Ni siquiera la policía me hizo correr tanto en la vida. Increíblemente le paso a la carrera a todo el mundo. Tengo mis kilos de más, pero este es un asunto de vida o muerte. Pierdo de vista a los míos. Llego a la meta. Me siento bien conmigo mismo, lanzo un grito de júbilo y vuelvo a ponerme los ojos en su lugar, jadeando como un perro. Estoy en primera fila. Manan las primeras lágrimas de la jornada.
Se empiezan evidenciar los desatinos de la organización del Quilmes Rock ‘09.
Desatino número uno: a Radiohead se le conoce por intentar no diferenciar y/o discriminar a su audiencia. De esa forma no hay áreas vips ni todas esas macanas que aquí tanto nos gustan. Hay una entrada única. Sin embargo, mientras recorro a galope los doscientos metros que nos separan del escenario, observo que por una puertita entran unos con pulseritas verdes que se acomodan delante, andando tranquilos, los hijos de puta. Además, ponen una valla que divide a la plebe a la izquierda y derecha, dejando una ridícula pasarela (que nadie usará en toda la noche) en medio. La valla se encargará de machacarnos las costillas.
Desatino número dos: ¿A quién se le ocurrió poner como telonero local a La Portuaria? A mí me gustan varias de sus canciones, pero no tienen nada que hacer acá esta tarde-noche. Al verlos entrar al escenario se hace patente el desastre. No tuvieron prueba de sonido y van a pagar derecho de piso. Pero lo peor no es que les pongan un pésimo sonido. Es que su repertorio e interpretación no se afirman nunca y su presencia en escenario, es lamentable, chata, timorata.
Desatino número tres: Kraftwerk. Está bien que hayan inventado máquinas de ritmo y desarrollado la tecnología del sintetizador y deben ser buenísimos arreglándote la compu, pero estos cuatro alemanes tienen menos onda que El Viejo, ese detective de Transtel de los 70’s. En trajes de cuero ajustados se ponen detrás de sus mesitas con laptops y no sabes si pusieron play, están mezclando en vivo o están viendo porno repetido. En suma, ¿qué hacen ahí estos cojudos? Al final, ponen robots (¡robots de verdad!) en el lugar donde estaban ellos, y suena una canción. Al menos los robots se mueven (¡se mueven de verdad!). Maschine, maschine… ¡mamones!
Desatino número cuatro: la gente pide agua a gritos, teníamos como treinta grados de temperatura. A mi lado hay una ñata embarazada (!), y la primera desmayada es una jovencita que advirtió que era cardíaca antes de que La Portuaria tocara. La sacamos, sobre nuestras cabezas, durante el primer tema. Habemos, al menos, cinco mil personas en los primeros diez metros próximos al escenario que no nos podemos mover, y a los de Prevención se les ocurre pasar vasitos de agua a las primeras filas, ocasionando nuevas avalanchas. Preguntáme si me llegó un vasito:
- ¿Te llego un vasito, Vadik?
- Por supuesto.
- Eres un conchudo.
- Dime algo que no sepa. (decir Baby, es opcional)
HOW TO DISSAPEAR
El momento de la verdad: Thom Yorke me hipnotiza apenas pisa el stage con paso ágil y arrollador. Ahí están todos. Los cinco. Me voy a morir. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”. ¡Es Radiohead de verdad a ocho metros de mi cabezota! En el enorme escenario, unas estalactitas brillantes e inteligentes, con cámaras en sus extremos inferiores -que permiten planos detalle alternados de todos los músicos, con una dirección y un criterio impecable-, comenzaron a funcionar y con el grito histérico de la multitud no reconozco 15- steps. Lucho por mantenerme en pie, los lentes se me empañaron, siento que me apachurran pero estoy más vivo que nunca. Grito lo que sé de la letra. Segundo destacamento de lágrimas de la jornada.
El sonido ¡¡¡EL SONIDO!!! No se puede creer cómo suena esto, cómo tocan todos, esa sincronía, cómo canta Yorke… El performance es sencillamente perfecto. A no ser que inventes una palabra para algo mejor que perfecto. Lloro, lloramos (¿shoramos?). Termino exhausto, chocho, high & wet. Go to sleep.
Sería estúpido narrar un concierto (acá intento contar lo que me pasó a mí, nada más) así que les dejo estas fotos, que hablan por sí solas, creo. Las fotos las tomó mi hermano, el Vicho, individuo al que quiero mucho.
Solo puedo decirles algo: si pueden ver a esta banda no se la pierdan. UUUUUUU!!!!!!
Todd Rungren by Charly García
[Un pequeño escrito, a manera de crónica de mi viajecito a la Ciudad de la Furia, donde nadie sabe de mi, etc., ]
Oruro: Tren Al Sur (viernes, 20 de marzo)
Casi no duermo de la ansiedad. El tren promete y cumple comodidades y horarios, cosa extraña en estos lares. A la primera hora de recorrido ya hay un mozo en el pasillo ofreciendo pollo al horno, no sé si para alejarnos del coche comedor o únicamente para dejar el vagón hediendo a pollo, pero lo cierto es que le va muy bien. El crepúsculo oruco es sencillamente magnífico: las nubes fantasmas del altiplano, borroneadas contra un lienzo penumbroso de eternos relámpagos. El tren flotando sobre el lago muriente, las pariwanas como racimos de rosas u orquídeas movidas por un ventilador invisible. Que los gringos se bajen en Uyuni nomás, yo me duermo.
De cuando cuatro amigos avistan la industriosa ciudad de Santa María del Buen Ayre
Vimos cuatro veces las cuatro películas que contenía el veintiúnico dvd pirata que teníamos a bordo en el bus desde La Quiaca a Buenos Aire, a saber: 1)“El Transportador 3”, con Jason Statham, más conocido como El Pelado y una ucraniana churra. 2) “Saw 2”, con surtido abundante de gritos y menudencia expuesta, 3) “Viernes 13”, en una versión que condensa toooooodas las pelis del amigable Jason, donde el sexo pre-marital en el bosque es castigado con la decapitación oportuna, y 4) "La Pantera Rosa", con el burro de Steve Martin y el capo de Jean Reno juntos en un film que brilla por su estupidez.
Nos perdemos a don Peter Gabriel en Vélez por cuestión de horas. No importa. Llegamos al Hotel: un modesto establecimiento con techo, paredes y camas. Suficiente. Qué calorcito che.
El primer día (lunes 23, día del mar para los nostálgicos) solo pensamos en el motivo que nos trajo acá, el concierto del día siguiente: Radiohead en Club Ciudad de Buenos Aires. Tengo que aprender que no hace falta ganarse una tortícolis por mirar a las chicas lindas: están por todos lados. Un deleite visual esta ciudad. Hacemos hora y un poquito de shopping culturoso. Como siempre voy directo a las liquidaciones de libros y discos, y una vez más me va bien: consigo “Ciento volando de catorce” de Sabina y “Vagabundo” de Robi Draco Rosa (que nunca había tenido en original) muy baratos. Pero la espera crece ¿Qué vamos a hacer? ¿Tendremos que dormir en la fila para ver de cerca el concierto? No se sabe. Será una noche apta para la incertidumbre y una aventura personal que permanecerá ausente de esta crónica
Lucky (martes, 24 de marzo)
Me hermano se queda con el sleeping a dormir en la cola para estar cerquita de los de Oxford, y me gana en su propia versión del juego “yo soy más fan de reidiojed que vos”, que viene jugando desde que empezamos el viaje. El resto, llegamos a las 8 de la mañana, agradecemos el gesto (que no sacrificio) a la puerta del Club Ciudad Buenos Aires. Este club sí que es oligarca. Puta que es graaaaaande. En la fila, mi hermano ha hecho buenas migas con fans de Radiohead: chicos tranquis, sensibles, sencillos, que-no-les-importa-el-que-dirán, etc. No son una tribu urbana. Son una tribu humana y compartimos revistas, charla relajada, refresquitos y canapés. Todos visten poleras que envidio. Hay un venezolano reggaetonero horrible que no se calla la boca. [Escena imaginada: los fans de Radiohead denunciamos al intruso: “Karma Police, arrest this man”. La Karma Police procede a llevárselo. “This is what you get for mess with us!”, le gritamos, mientras manos invisibles lo arrastran fuera del predio…].
Aquí no hay caso de hacerle el quite al consumismo: lo único pa’ comer en casi medio kilómetro a la redonda proviene de un odioso McDonald. Ni modo (“Dollars & Cents”). Pagamos un riñón por un capuccino y aprovechamos de hacer una pequeña excursión por este barrio cheto (léase jailón: ¿por eso les dicen millonarios a los de River?, le pregunto a uno. No me responde, no le interesa el fútbol y tatarea 2+2=5). Como es un “club”, hay muchos tenistas desubicados que no saben que hoy toca la mejor banda del mundo mundial. Los compadecemos sinceramente desde nuestra pobreza material.
En la fila hay un peruano que viajó cuatro días, durmió en la fila sentado y se acaba de abrir los pantalones para respirar mejor, hay porteños introvertidos (!), unas jovencitas chilenas, un pelado que durmió dos noches ahí en la puerta y un gordito italiano con una polera (acá se dice remera, ojo) de Ron Damón, buenísima. Las hordas empiezan a llegar recién promediando el mediodía. Acá es feriado porque el 24 de marzo, desde el 2006, se recuerda (que no celebra) el aniversario del golpe militar de Videla. Un poco de conciencia histórica nunca bien mal, muchachos. Al mediodía descubrimos la enorme ventaja de tener tías bolivianas en Buenos Aires. Aparece una de ellas con sándwiches de jamón y queso para nuestra pequeña delegación. El amigo peruano saliva. Pero solo tenemos ocho sandwiches. Ni modo. (Más tarde comprenderemos las bondades de no comer ají de fideo antes de un show masivo, y el peruano tendrá su revancha corriendo como un bellaco y ocupando un lugar en primerísima fila.)
A las cuatro de la tarde los señores fisicudos de Prevención (léase Seguridad) amagan con abrir las puertas, y nos dan palabras de ánimo: “Los primeros en entrar, son los primeros en desmayarse, eh?” Compro mi primer y único souvenir: una polerita con el arte del Kid A. Conmoción. Dos filas: Chicos, chicas. Se abren las puertas, breve cacheo reglamentario y a correr como en “Escape de Sobibor”. Corre, Forrest, Corre. Ni siquiera la policía me hizo correr tanto en la vida. Increíblemente le paso a la carrera a todo el mundo. Tengo mis kilos de más, pero este es un asunto de vida o muerte. Pierdo de vista a los míos. Llego a la meta. Me siento bien conmigo mismo, lanzo un grito de júbilo y vuelvo a ponerme los ojos en su lugar, jadeando como un perro. Estoy en primera fila. Manan las primeras lágrimas de la jornada.
Se empiezan evidenciar los desatinos de la organización del Quilmes Rock ‘09.
Desatino número uno: a Radiohead se le conoce por intentar no diferenciar y/o discriminar a su audiencia. De esa forma no hay áreas vips ni todas esas macanas que aquí tanto nos gustan. Hay una entrada única. Sin embargo, mientras recorro a galope los doscientos metros que nos separan del escenario, observo que por una puertita entran unos con pulseritas verdes que se acomodan delante, andando tranquilos, los hijos de puta. Además, ponen una valla que divide a la plebe a la izquierda y derecha, dejando una ridícula pasarela (que nadie usará en toda la noche) en medio. La valla se encargará de machacarnos las costillas.
Desatino número dos: ¿A quién se le ocurrió poner como telonero local a La Portuaria? A mí me gustan varias de sus canciones, pero no tienen nada que hacer acá esta tarde-noche. Al verlos entrar al escenario se hace patente el desastre. No tuvieron prueba de sonido y van a pagar derecho de piso. Pero lo peor no es que les pongan un pésimo sonido. Es que su repertorio e interpretación no se afirman nunca y su presencia en escenario, es lamentable, chata, timorata.
Desatino número tres: Kraftwerk. Está bien que hayan inventado máquinas de ritmo y desarrollado la tecnología del sintetizador y deben ser buenísimos arreglándote la compu, pero estos cuatro alemanes tienen menos onda que El Viejo, ese detective de Transtel de los 70’s. En trajes de cuero ajustados se ponen detrás de sus mesitas con laptops y no sabes si pusieron play, están mezclando en vivo o están viendo porno repetido. En suma, ¿qué hacen ahí estos cojudos? Al final, ponen robots (¡robots de verdad!) en el lugar donde estaban ellos, y suena una canción. Al menos los robots se mueven (¡se mueven de verdad!). Maschine, maschine… ¡mamones!
Desatino número cuatro: la gente pide agua a gritos, teníamos como treinta grados de temperatura. A mi lado hay una ñata embarazada (!), y la primera desmayada es una jovencita que advirtió que era cardíaca antes de que La Portuaria tocara. La sacamos, sobre nuestras cabezas, durante el primer tema. Habemos, al menos, cinco mil personas en los primeros diez metros próximos al escenario que no nos podemos mover, y a los de Prevención se les ocurre pasar vasitos de agua a las primeras filas, ocasionando nuevas avalanchas. Preguntáme si me llegó un vasito:
- ¿Te llego un vasito, Vadik?
- Por supuesto.
- Eres un conchudo.
- Dime algo que no sepa. (decir Baby, es opcional)
HOW TO DISSAPEAR
El momento de la verdad: Thom Yorke me hipnotiza apenas pisa el stage con paso ágil y arrollador. Ahí están todos. Los cinco. Me voy a morir. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”. ¡Es Radiohead de verdad a ocho metros de mi cabezota! En el enorme escenario, unas estalactitas brillantes e inteligentes, con cámaras en sus extremos inferiores -que permiten planos detalle alternados de todos los músicos, con una dirección y un criterio impecable-, comenzaron a funcionar y con el grito histérico de la multitud no reconozco 15- steps. Lucho por mantenerme en pie, los lentes se me empañaron, siento que me apachurran pero estoy más vivo que nunca. Grito lo que sé de la letra. Segundo destacamento de lágrimas de la jornada.
El sonido ¡¡¡EL SONIDO!!! No se puede creer cómo suena esto, cómo tocan todos, esa sincronía, cómo canta Yorke… El performance es sencillamente perfecto. A no ser que inventes una palabra para algo mejor que perfecto. Lloro, lloramos (¿shoramos?). Termino exhausto, chocho, high & wet. Go to sleep.
Sería estúpido narrar un concierto (acá intento contar lo que me pasó a mí, nada más) así que les dejo estas fotos, que hablan por sí solas, creo. Las fotos las tomó mi hermano, el Vicho, individuo al que quiero mucho.
Solo puedo decirles algo: si pueden ver a esta banda no se la pierdan. UUUUUUU!!!!!!
No llores por mí, Argentina (miércoles, 1 de abril)
Me fui en tren hasta Liniers, barrio boliviano por excelencia, a visitar a mi tía y a mi prima, almorzar comida casera y claro, manguear cable al grito de “Tía, ¿será que puedo ver el partido, aquí?”. Mi tía dice: “Mirá nomás, hijo”, demostrando que no ha perdido nada de su sintaxis y acento colla en los más de 20 años que lleva ashí.
Me fui en tren hasta Liniers, barrio boliviano por excelencia, a visitar a mi tía y a mi prima, almorzar comida casera y claro, manguear cable al grito de “Tía, ¿será que puedo ver el partido, aquí?”. Mi tía dice: “Mirá nomás, hijo”, demostrando que no ha perdido nada de su sintaxis y acento colla en los más de 20 años que lleva ashí.
Cuando se anunciaban las alineaciones, mi prima y yo nos miramos como diciéndonos: “Que estos cojudos no hagan el ridículo otra vez, plis, diosito”, y ahí nomás los vimos a los gauchos creídos, imagínense el relato de TyCabsolutamente hincha de la albiceleste. Y el silecio de muerte despúes de cada gol.
Aceptémoslo. Martins lo haría mejor en las pasarelas, pero es un conchudo, si no miren el primer gol: como nunca nos salió todo: García trabó y ganó, Botero puso la patita y le salió un pase gol, Martins se frenó y el gaucho se pasó, pateó como el culo y rosqueó a Heinze al mismo tiempo que desubicó al pobre Carrizo.
Y de ahí en más ya saben la historia. Increíble actuación de los nuestros y seis alegrías tamaño familiar y eternas. ¿Recuerdan esa caricatura de Quino donde hay un montón de gente sin rostro ni expresión y uno solo sonríe? Bueno, ese era yo en el tren de vuelta al centro, bueno, a la avenida Santa Fé, donde me albergó mi amigo Gonzalo Mengual (se acuerdan ¿el bajista de Camaleón? El). Inolvidable goleada. mi viejo ya compró el dvd del partido en la Pérez. No importa que nunca vayamos al Mundial. Con esto yastá!
Y bueno, eso es to-to-to-todo, amigos. todo lo que puedo y debo contar, mejor dicho. Como el viernes es Viernes Santo y el domingo el Día del Niño, voy a celebrar mi ateísmo y mi inmadurez con una superparrillada. Saludos!
5 comentarios:
Envidia, Envidia, Envidia... felicidades bro. ¿Qué decir? Te envidio.
Verde de la envidia (te odio un poquito por haber visto a RH en vivo) pero chocha por haber leído tu crónica.
Un abrazote, Vadik.
Felicidades hermano por haber visto en vivo a Rediohead!!!!!!! si loco, es emocionante salirse de nuestra cotidianidad y sobre todo para irse a ver lo que mas nos gusta, a ver si al año te vas para cosquin rocanroll Nº 10.
salud!!!
humberto.
muy buena crónica Vadik, sólo una cosa para acotar... Kraftwerk fue invitado expresamente por Radiohead para que los acompañen en la gira, no es un capricho de los productores locales como fue poner a la Portuaria. Yo tuve la suerte de poder ir, me hubiese gustado tal vez poder intercambiar unas palabras con un compatriota en ese dia del concierto histórico. Ya habrá oportunidad en el futuro, espero.
Un saludo cordial.
Daniel.
más respeto con kraftwerk
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